Independencia y autonomía en la tercera edad
Pocas son las cosas que son tan valiosas para una persona como la capacidad de valerse por sí misma. Lo podemos ver en los niños pequeños, sobre todo alrededor de los dos años, edad en que un niño reafirma su independencia y pelea por su derecho a elegir su ropa, vestirse solo, decidir cuándo comer, qué comer, cuándo dormir y cuánto tiempo… esta lucha del pequeño se repite en los adolescentes, que delimitan con aparente “rebeldía” y muchas discusiones con padres y profesores.
De hecho, este deseo de hacer lo que deseamos y no lo que otros nos impongan, se mantiene en la edad adulta y es sin duda una de las causas que nos lleva a tomar decisiones como empleos, adquisición de bienes inmobiliarios, viajar, incluso elegir pareja…así que no es de extrañar que para las personas de la tercera edad sea también una necesidad vital el mantener la capacidad de decidir sobre su vida, su cuerpo y su día a día.
Es por ello que diversas estrategias pueden ayudar tanto a cuidadores, familiares y a los propios adultos mayores a mantener su independencia y autonomía el mayor tiempo posible y a pesar del cansancio, o de las enfermedades ya sea degenerativas o que crean una situación físico o mental de dependencia.
Los espacios adaptados: clave para la autonomía
Una de estas estrategias es, sin duda, tener un espacio adaptado en todos los sentidos. Esta noción del espacio adaptado parte de las dimensiones de un piso (o de las habitaciones y espacios en una residencia para ancianos) y abarca hasta el mobiliario, iluminación y condiciones de confort térmico.
En grandes ciudades como Madrid o Barcelona el aspecto “dimensiones” cuando los ancianos permanecen en su hogar o el de un familiar suele representar problemas, por las dimensiones estándar de los pisos, pero la adaptación de espacios puede compensar este detalle. Contar con barandales, puntos de apoyo, eliminar el mobiliario que no haga realmente falta, permiten incluso a una persona mayor con movilidad reducida desplazarse por su espacio vital.
También es importante dotar a esta persona con productos de apoyo que pueda auxiliarlo en su movilidad cotidiana y en realizar las tareas del día a día tan simples pero importantes como ir al baño o llegar al salón o la cocina. Y reforzar este apoyo y diseño físico con un sostén emocional auténtico y bien sólido que le permita a la persona mayor reafirmar su independencia y su libre albedrío sin por ello sentirse menos contenida, acompañada y cuidada.
Este equilibrio no es fácil de alcanzar y para cuidadores (tanto familiares como especializados en residencias pensadas para tal fin) es también necesaria mucha formación y la contención de su entorno familiar y laboral. Ello permite cuidar esa perla de la vida de cada individuo que es su independencia, más allá de brindar el apoyo que es preciso cuando un adulto mayor tiene alguna limitante en su movilidad.
Más información respecto a este tema en este interesante estudio académico que aborda el bienestar psicológico de los adultos mayores (enlace)